Antes todo era, simplemente, más sencillo. No me encargaba de la comida ni de la cena, sólo de ahorrar durante las últimas semanas la paga de mi abuela para gastármelas en petardos y en la maquina recreativa del bar de la esquina, con el juego de Sunset Riders
Veinte años después las cosas han cambiado bastante. Ya no hay apenas niños en la cena de nochebuena y los pocos que hay están más entretenidos jugando a la Nintendo DS. A ninguno se les ocurriría comprar petardos y hacer explotar polvorones, básicamente porque sus padres, osea mis primos, jamás les dejarían comprarlos (curiosa la vida) ni mucho menos utilizarlos. Faltan mis abuelos y alguno más que antes animaba la fiesta hasta horas intespectivas, así es que parece que cada día hay menos razones para reir y disfrutar. El testigo que engendró mi abuela Joaquina no ha sido recogido por sus hijas e hijos. Ella nos unió bajo su abrazo a todos, pero tras su muerte el grupo, antes tan unido, se ha ido resquebrajando con discusiones, malentendidos o simplemente por el paso del tiempo.
Sé que con mi madre no podré formar lo que mi abuela sí hizo con sus hijos, porque nosotras no tenemos nada que contarnos, porque la comunicación entre ambas es inexistente. Supongo que es el momento de recoger el testigo de mi abuela y formar, con mi abrazo, un nuevo núcleo familiar donde poder celebrar alegremente la navidad. Así es que... FELIZ NAVIDAD A TODOS.